lunes, 2 de mayo de 2011

Capítulo 25.

¡Hola!
Siento no haber subido antes, a pesar de haber tenido a un par de moscas cojoneras pidiéndomelo (sí, Vanesa, va por ti xD).
Espero que os guste el capítulo.

xoxo, Patri.

Capítulo 25. (Maggie)
2004

Jamie no me quiso explicar qué planes tenía, pero bueno, tampoco era yo nadie como para controlar su vida, así que me enteraría cuando me lo contara.
Alex me llamó después de comer, preguntándome que si quería ir a su casa a pasar la tarde hasta el ensayo, que lo tenían a las siete. Tras preguntarle a mi madre y convencerla para que me dejara ir (no le hacía gracia que fuera a su casa, supongo que se olería algo), me duché y arreglé. Él me recogería en su coche y nos iríamos directamente hacia allí.
Me pinté la raya en el párpado superior, me eché rímel y metí el móvil, las llaves y la cartera en los bolsillos. No sabía por qué, pero estaba nerviosa. ¿Y si me encontraba a los padres de Alex? Me había dicho que no estaban en casa pero, si los conociera, me pondría muy nerviosa.
Pasó a recogerme a las cinco y, tras despedirme de mis padres, me monté en el coche. Le besé la mejilla a modo de saludo.

-Hola –saludó él, y cuando llegamos a un semáforo en rojo, besó mis labios con suavidad-. ¿Qué tal la mañana?
-Aburrida, pero bueno –sonreí-. Aunque me ha costado horrores convencer a mi madre para venir.
-¿Y eso? ¿No se fía de mí? –preguntó.
-No, no es eso. No se fía de que seamos amigos, ese es el quid de la cuestión –reí.

Su casa no estaba muy lejos de la mía, es más, no sé para qué había venido en coche cuando hacía ese trayecto todos los días a pie. Su casa era normalita, ni muy grande ni pequeña, y me gustaba, era típica casa cuadrada americana.

-Me gusta –sonreí, entrando por la puerta principal-. Es muy acogedora

Él me dedicó una sonrisa y cogió mi mano, para hacerme subir las escaleras.

-Ésta es mi guarida –me dijo, enseñándome una habitación llena de pósters de grupos de rock y de guitarras.
-Vaya, cómo mola –dije, observándola. La tenía bastante ordenada.
-Gracias –sonrió-. Ven, vamos a ver la sala de música.

Me guió a través del pasillo hasta una habitación llena de guitarras. Habría como diez allí metidas. Me quedé alucinada observándolas con admiración. Eran preciosas todas, y estaban muy bien cuidadas. Me fijé en que también tenía un par de micrófonos a un lado y unas sillas en mitad de la habitación. Observé con atención cómo cogía una de las guitarras acústicas y se sentaba en una de las sillas, cruzando las piernas.

-Venga, siéntate, que vamos a cantar. Espero que te la sepas –sonrió.

Le obedecí y me senté en la otra silla, y me ajusté el micrófono. Vaya, iba a cantar con Alex… se me hacía raro. Es decir, sólo había cantado con un micrófono en el Singstar de la PlayStation 2 de Jamie, y siempre lo hacíamos de broma.
Alex comenzó a tocar unos acordes que me hicieron mirarle boquiabierta. Era una de mis canciones preferidas.

-Another day is going by. I’m thinking about you all the time, but you’re out there and I’m here waiting… -cantó Alex. Quise levantarme y besarle. ¿Cómo podría haberlo averiguado? ¿Cómo lo sabría?
-Eres genial –dije, con una sonrisa.

Él sólo sonrió y siguió cantando. Me dejó cantar la segunda estrofa y el segundo estribillo, y me encantó ver su mirada de aprobación. Le gustaba cómo cantaba, ¿no era estupendo?
Creo que aquel fue uno de los momentos que siempre recordaré con mayor intensidad, uno de los más felices de mi vida. Cuando terminó la canción, tuve la sensación de que nuestra relación se había estrechado hasta un punto en el que comprendí, que era casi imposible estar más… conectados.

Podría sonar a locura, pero era la verdad. Puede que le conociera de apenas una semana o dos, pero había hecho tantas cosas… y parecía conocerme mejor que mi propia hermana.
Me levanté de la silla y me acerqué a él, que dejaba la guitarra en su sitio. Le abracé. Él me rodeó con sus brazos y me besó la frente.

-Gracias, Alex –dije, besándole los labios.
-De nada, enana, sabes que estoy aquí para lo que quieras.

Salimos de la sala de música, y al pasar por la puerta de la que parecía una habitación, Alex meditó si entrar o no. Lo comprendí al instante. Tiré de él y salimos de la casa, nos fuimos al jardín trasero, donde había una especie de sofá-columpio. Nos sentamos allí.

-¿Por qué lo has hecho, Magg? –me preguntó.
-No es necesario, Alex. De verdad. Entiendo cómo te sientes, y no quiero que hagas cosas que te hagan daño. Bastante haces con tocar Lullabies –sonreí, y le abracé.
-Gracias, Maggie. Enserio. Eres genial, pequeña –sonrió.

Estuvimos un rato así, abrazados, en silencio. No queríamos estropear aquel momento hablando… ¿y si decíamos algo equivocado?
Pero no todo es eterno, y nos separamos para levantarnos. Alex me guió hasta su habitación, y nos tumbamos allí en su cama. Él cogió una guitarra que tenía allí.

-Mira, te voy a enseñar canciones que he estado componiendo. Les faltan muchos retoques en los que me tienen que ayudar los chicos, pero creo que están bien –sonrió.

Le besé la mejilla para infundirle ánimos. La verdad es que aún no sé cómo pudo tocar, estábamos los dos tumbados en la cama y no es que hubiera espacio de sobra. Además, lo dicho, estábamos tumbados. ¿Cómo iba a tocar medianamente bien? Pero me sorprendió y lo hizo. Me enseñó un par de canciones que, sinceramente, me encantaron. Una se llamaba “Running From Lions”, y desde el principio supe que a Jamie le encantaría.

Estuvimos el resto de la tarde juntos haciendo el vago, besándonos o bien hablando, simplemente. Me gustaba estar así con él, tranquilos, sin que nada ni nadie nos molestase, contándonos nuestros secretos y queriéndonos.

Me pregunté si él me quería de verdad, o sólo me veía como un rollo y una amiga más. Era algo que no podía saber, a menos que él me lo aclarara, y yo no se lo iba a preguntar. Eso es algo que tenía que salir del corazón.

Nos fuimos al ensayo más felices que nunca, yo, al menos, enamorándome cada día más de sus virtudes y de sus defectos.

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